GENEREMOS DIÁLOGO, IDEAS Y ACCIONES PARA SER MÁS AMOROSOS, MÁS LIBRES Y MÁS FELICES.

Quizá nos cueste entender que cada integrante de la relación tiene hábitos que pueden llegar ser molestos y que nos costará acostumbrarnos, pero, ¿cuáles son nuestros hábitos? ¿qué hacemos si son generadores de conflicto con la persona con la que vivimos?  No sólo se trata de cómo lavamos los trastes o la hora en la que desayunamos, también están las formas para demostrar nuestras emociones que pueden ayudar a resolver conflictos o pueden empeorarlos.  La convivencia diaria nos lleva a conocer a la otra persona y nos expone tal y cómo somos, lo que representa una de las primeras crisis a la que nos enfrentamos al compartir los mismos espacios.

A lo largo de la vida nos enfrentamos a situaciones que no ocurren tal como esperamos, es decir, la realidad no cumple con nuestras expectativas. Es entonces cuando nos sentimos decepcionados de nosotros mismos, enojados, perdemos la motivación, e incluso podemos olvidarnos de nuestros planes.  

La frustración surge cuando no se alcanza una meta u objetivo, y a pesar de que todos la experimentamos en diversos momentos de la vida, algunos son más o menos tolerantes a este sentimiento. El nivel de tolerancia a la frustración es innato, y también puede aprenderse. Una persona que en la infancia se enfada y se irrita por todo lo que le incómoda, en la medida que va creciendo puede ser capaz de contenerse.  Tener una figura paterna o materna que brinda buenas experiencias y coadyuva a contener el malestar cotidiano a sus hijos, puede contribuir a que la persona sea más tolerante hacia el fracaso. Esto le dará seguridad interna y una imagen positiva de sí misma que le permitirá ir tolerando la adversidad.  ¿Qué tan tolerante a la frustración eres? No te pierdas el programa de este miércoles porque hablaremos de cómo manejar la frustración.